Pandillas imponen “toque de queda” en capital de Honduras


Policías patrullan las calles de la comunidad de Las Ayestas en Tegucigalpta, Honduras, en donde el crimen organizado domina todo. AFP.


Los “mareros” obligan a las personas a encerrarse en sus casas a la siete de la noche
TEGUCIGALPA. AFP. Con chalecos antibalas y armados con fusiles de asalto, decenas de policías patrullan las polvorientas calles de barrios marginales de la capital de Honduras, en un intento por tomar el control donde las pandillas han impuesto un virtual "toque de queda" a los aterrorizados vecinos.
  "A las 7:00 pm queremos ver estos negocios cerrados y su gente en la casa", se leía en rótulos que los pandilleros habían colgado en postes del tendido eléctrico y en las paredes de humildes viviendas, amontonadas en laderas de una de las peores zonas de Tegucigalpa de un millón de habitantes.  
Luego de que la situación trascendió en la prensa, unos 60 agentes irrumpieron en autopatrullas y a pie entre la noche de lunes y madrugada del martes, en varias colonias como Las Ayestas, Campo Cielo, Los Profesores y Las Crucitas, en busca de miembros de las temidas pandillas Mara 18 (M-18), Mara Salvatrucha (MS-13) y otra conocida como "Los Chirizos", constataron periodistas llevados a la zona por la policía, incluidos de la AFP.  
"Los mareros anduvieron de casa en casa diciendo que tenían que cerrarse las puertas a las siete de la noche, que no querían ver a nadie en la calle", afirmó a la AFP Alejandra Zelaya, una mujer que se hallaba frente a la sede policial de Las Ayestas.  
Como en muchos barrios y colonias de áreas marginales de las principales ciudades de Honduras, en esa zona las pandillas cobran el llamado "impuesto de guerra" (extorsión) a negocios y casas particulares, desalojan a las familias para instalarse ellos en viviendas donde montan sus negocios de drogas, tráfico de armas, robo de carros, sicariato y otros delitos. 
En paredes de viviendas, las pandillas pintan grafitis con los símbolos que las distinguen para marcar el territorio que tienen bajo control.   "Aquí ya no se puede vivir, los asaltos y las muertes son a cada rato", expresó a la AFP en un calle de Las Ayestas una estudiante universitaria que se negó a identificarse por temor a represalias.   El pasado 18 de enero, cerca de Las Ayestas pandilleros acribillaron a seis personas que estaban en la acera de una casa.
Policía infiltrada
Según investigaciones judiciales, la misma institución policial está infiltrada por las maras y les avisan dónde y cuándo se van a realizar operativos.   "Nosotros estamos siempre alertas, las 24 horas, hacemos operativos de registros de personas, vehículos", aseveró Onán Posadas, uno de los 20 miembros de la sede policial de la zona, que participaba en el operativo.  
Posadas reconoció que "la gente no sale a la calle por temor" a los pandilleros.   Desde hace poco más de un año, la Policía de Honduras, de 14,500 miembros, está sometida a un proceso de depuración tras las denuncias de que está infiltrada por el crimen organizado. Sus jerarcas reconocen que hay "manzanas podridas" pero advierten que carecen de recursos humanos y materiales para enfrentar a los criminales.  
Los narcos y las pandillas, así como la delincuencia común, mantiene a Honduras con la tasa de homicidios más alta del mundo, 92 por cada 100,00 habitantes, según un reciente informe de  ONU

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